Ejemplos de Miriam Martincic
De todas las tentativas de establecer claramente el origen del ejercicio de la modernidad-uno cuyo la modernidad nunca neumático-mi favorito comienza con los monjes medievales. Según esta cuenta, era los benedictinos que subieron con la idea que era posible hacer la misma cosa, al mismo tiempo, cada día. Aunque el tiempo todavía fuera mirado extensamente como flúido y coextensivo con eternidad, el monasterio fue gobernado por los ritmos de ese instrumento más moderno: el reloj. Los monjes subieron juntos, comieron juntos, y rogaron juntos, comenzando y parando cada tarea en la hora canónica designada. A tiempo, su obsesión con orden filtró en el mundo en general. Los comerciantes y los comerciantes en ciudad oyeron las campanas del monasterio sonar hacia fuera ocho veces al día y comenzaron a sincronizar sus tareas diarias a su ritmo. El carnicero cogió su cuchilla en primero y la fijó abajo para el almuerzo en ningunos. Los vendedores se dieron prisa para acabar su trabajo por vísperas. El tiempo se convirtió en moneda, algo que podría estar pasado o ser ahorrado, y la gente dio vuelta cada vez más a las máquinas para hacer vida más eficiente. Por el amanecer de la Revolución industrial, el impulso religioso detrás de estos regímenes había sido olvidado de largo. El monasterio llevó a la fábrica. Ritual disuelto en rutina.
Hay, ser seguro, cierta lógica en la descripción de hábitos como machinelike. Las acciones que son las más familiares a nosotros-caminar, montando una bicicleta, conduciendo a coche-son las que se pueden realizar sin la deliberación consciente, como si estábamos “en el piloto automático.” Hábito, es a menudo dicho, es la versión de la naturaleza de la externalización, una manera de descargar gastos indirectos cognoscitivos a los movimientos de memoria de la memoria de músculo y de liberar para arriba la mente para pensar en otras cosas. En su más extremo, los hábitos pueden resbalar dentro de los apegos y de las obligaciones, los modelos que resisten nuestros esfuerzos conscientes para romperlos. Como el filósofo Clare Carlisle observa, es esta tendencia deslizarse dentro y fuera de conciencia, transgrediendo los binarios aseados de la pensamiento-actividad y de la pasividad modernas, la libertad y la necesidad, mente y cuerpo-que ha hecho hábito tan molesto para los filósofos, planteando preguntas difíciles sobre la libertad y la autonomía individual. Kant excluyó acciones habituales de la filosofía moral, manteniendo que la “repetición imprudente de la misma acción” no puede ser ética porque esas acciones no se eligen libremente.
Nada es habitual pero la indecisión, y para la cual la iluminación de cada cigarro, la consumición de cada taza, la época del levantamiento y de irse a la cama cada día, y el principio de cada pedazo del trabajo, son temas de la deliberación volitiva expresa.
Para los críticos contemporáneos del hábito, esta comprensión de la capacidad de la libertad- de elegir constantemente el bueno, o de actuar rutinario de acuerdo con su más alto naturaleza-estaría en gran parte irreconocible. Según los abogados más entusiastas de la automatización, la libertad verdadera requiere gradualmente la eliminación de necesidad a partir de nuestras vidas de cada día rindiendo el trabajo y superfluo de trabajo, dejando nuestros horario abiertos para la opción y la novedad ilimitadas. Éste es el escenario que Sam Altman, el CEO de OpenAI, propuso en ley de su el artículo 2021 la “Moore bien-publicado para todo.” En la década próxima, Altman especula, el AI, que está haciendo ya incursiones en trabajo no rutinario, leerá documentos jurídicos, ofrecerá consejo médico, hará el trabajo de la línea de montaje, y quizás para servir como “compañeros.” En los años después de eso, hará descubrimientos científicos y hará esencialmente todo el trabajo que constituya actualmente el empleo humano. Las compañías del AI harán tan astronómico ricas ellas podrán financiar una renta básica universal para todos los ciudadanos, un sistema que cree “un círculo virtuoso de la riqueza social.” Todo de la comida a los videojuegos será tan barato que la gente podrá comprar sea cual sea ella quiere, sin tener que trabajar por largases horas. Si conseguimos aburridos del trabajo, podemos componer siempre nuevos trabajos, y “tendremos libertad increíble a ser creativa sobre cuál son,” él escribimos. “El futuro puede ser casi inimaginable grande.”
Uno se presenta así con el espectáculo extraño de las máquinas en las cuales el método se ha cristalizado tan perfectamente en el metal que parece como si es ellos que hacen el pensamiento, y es los hombres que las sirven que se reduzcan a la condición de autómatas.
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